El ceviche de camarón y el sector azucarero de El Salvador
Hace unos días visité el complejo de manglar “Barra de Santiago” ubicado en el occidente del país, específicamente en el municipio de Jujutla, Ahuachapán; con el objetivo de conocer un proyecto de restauración de manglar que busca regresarlo a su estado original, ya que en las últimas décadas se ha venido degradando e incluso perdiendo debido a la intervención humana, con nuestros hábitos de construir casas, negocios, calles, y parcelas agrícolas en este bosque salado, lo que provoca impactos negativos en el manglar, como el azolvamiento de sus canales que ocurre cuando la tierra erosionada de los terrenos en zonas altas es arrastrada hasta los canales del manglar donde se acumula, causando que los canales se obstruyan y bajen los niveles de agua; en consecuencia los árboles de mangle disminuyen ya que no pueden vivir en este ambiente, son reemplazados por plantas invasivas y oportunistas que sofocan los manglares nativos; por algo a esta planta invasiva en el manglar se le denomina coloquialmente “!costilla del diablo”!
Los manglares, como el de la Barra de Santiago, cuentan con canales naturales donde se combina el agua dulce que viene de río arriba y la salada que entra del mar en la bocana, esta combinación de agua salubre crea un ecosistema que permite la existencia de árboles de mangle, los cuales son los santuarios para la reproducción y desarrollo de diferentes especies de peces y crustáceos, que a la vez, sirve de sustento económico para los pescadores de la zona; asimismo, los manglares crean una barrera de protección contra tormentas tropicales. Precisamente, en estos canales de los manglares es donde residen durante un tiempo las larvas de camarón, este es un estado crítico de su ciclo de vida previamente a su migración al mar, donde crecen y se transforman en los camarones que conocemos y que disfrutamos los salvadoreños en los ceviches.
Durante mi visita noté las larvas de camarón en los canales y cómo el ecosistema se encuentra en equilibrio, además, reflexioné sobre cómo estamos interrelacionados unos con otros y constaté una vez más, que lo que hacemos cada uno de nosotros tiene un impacto en nuestro entorno.
Es así que los manglares y cualquier área natural protegida debe conservar sus condiciones naturales, cualquier variación o intervención humana puede provocar que el ecosistema evolucione en formas totalmente diferentes, sucediendo lo que se conoce como “efecto mariposa” que viene del proverbio chino que dice, “el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”, que se da cuando una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, puede generar un efecto grande y dañino.
Retomando el ejemplo del camarón, las acciones que se realizan en tierras aledañas y río arriba a los manglares influyen en el ciclo de vida del camarón y este a su vez influye en los peces que se alimentan de los camarones, estos a su vez en el pescador y así consecutivamente en la comunidad, en los restaurantes, en los vendedores, en las tiendas y finalmente en cada uno de nosotros ya que disfrutamos de diferentes platillos elaborados con este crustáceo.
Como agroindustria azucarera salvadoreña realizamos acciones para que distintos actores de nuestro entorno puedan llevar a cabo su actividad productiva de forma sostenible. En ese sentido, la sostenibilidad implica que nuestras acciones se alineen en beneficio de los diversos ecosistemas que nos rodean; es fundamental que nosotros como parte de la agroindustria continuemos implementando desde las haciendas cañeras buenas prácticas agrícolas para contribuir a la conservación de manglares ejecutando acciones como: terracería para minimizar la erosión, cultivos en asocio de caña y frijol, control de malezas sin herbicidas en la orilla de los ríos, restauración y reforestación de bosque de galería, entre otras; prácticas como estas, evitarán efectos colaterales no deseados como el azolvamiento de los canales de los manglares debido a la erosión de parcelas agrícolas río arriba y promoverán el desarrollo sano de los camarones, manteniendo el equilibrio de este ecosistema.
Desde la Fundación del Azúcar (FUNDAZUCAR) tenemos como objetivo impulsar la sostenibilidad de la agroindustria azucarera salvadoreña, a través de la innovación en proyectos y programas que fomenten la sostenibilidad y ayuden a incorporar estas prácticas.
En este “Boletín Azucarero” conoceremos más sobre los esfuerzos realizados para lograr la sostenibilidad de la agroindustria azucarera, en armonía con el medio ambiente y respetuoso con el entorno social y económico del ecosistema en el que nos desarrollamos, ya que también formamos parte de él.
Los dejo con la inquietud, ¿qué impactos tiene el manejo de nuestros lotes cañeros en el camarón que comemos con nuestros cheros y familia el fin de semana?”